Cómo los amazónicos salvaron a un 'Terminator' del mundo de los peces

Nota del editor: Call to Earth es una iniciativa de CNN en asociación con Rolex. João Campos-Silva es un Premio Rolex.

En cuanto a peces, el arapaima es bastante extraordinario. Se encuentra en la cuenca del río Amazonas y es uno de los peces de agua dulce más grandes del mundo, capaz de crecer tres metros de largo y pesar 200 kilogramos (440 libras).

Respira aire, lo que le permite vivir en agua con poco oxígeno y sobrevivir un día fuera del agua. Se alimenta de peces, pero también de aves, lagartos y pequeños mamíferos, aplastando a sus presas con su lengua cubierta de dientes.

Esta obra maestra evolutiva tiene un truco aún mayor: sus escamas, que los investigadores han comparado con un chaleco antibalas, la protegen de los ataques de pirañas. Resistentes pero flexibles, sus propiedades han atraído incluso la atención de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

El arapaima es un Terminator del reino animal, pero tiene un defecto fatal: es bueno para comer. Llamado localmente pirarucu, también se le conoce como “el bacalao del Amazonas”, en virtud de su carne blanca y firme y sus huesos mínimos. El pescado es una importante fuente de alimento para las comunidades locales, pero también es apreciado entre los comensales más exigentes de algunas de las ciudades más grandes de Brasil.

La sobrepesca provocó una disminución de la población y en la década de 1990 se tomaron medidas para prohibir la pesca de arapaima. Sin embargo, la pesca ilegal continuó, provocando que la especie desapareciera de algunas partes del Amazonas. Pero gracias a dos décadas de trabajo de conservacionistas y comunidades locales, ese ya no es el caso.

Es más, el arapaima no ha desaparecido de los platos. De hecho, el consumo es crucial para el modelo de conservación, lo que significa que los brasileños pueden tener su pescado y comerlo.

Hoy en día, la pesca de arapaima está prohibida en Brasil a menos que se realice en áreas con acuerdos de gestión comunitarios, explica João Campos-Silva, un ecologista brasileño. Campos-Silva es parte de Institutio Juruá, una de varias organizaciones que trabajan con comunidades y pescadores en programas de base para cultivar de manera sostenible y, en última instancia, revivir la especie.

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Los arapaima pasan la temporada de lluvias navegando por el bosque inundado donde se reproducen y regresan a los lagos cuando bajan los niveles del agua. Centrándose en el río Juruá y los lagos circundantes en el estado de Amazonas, en el norte de Brasil, un programa implementado por el Institutio Juruá hace más de una década introdujo un censo de población anual y calcula cuotas de captura sostenibles para cada lago para el año siguiente (no más del 30% de los peces adultos , según las directrices gubernamentales).

Las comunidades locales vigilan las entradas del lago durante todo el año para protegerse de los pescadores ilegales que vienen de fuera del área protegida. La recolección solo está permitida entre agosto y noviembre, y cualquier pez de menos de 1,55 metros (5 pies 1 pulgada) de largo se devuelve al agua.

Francisco das Chagas Melo de Araújo, también conocido como Seu Preto, es un líder comunitario de Xibauazinho, una comunidad en el estado de Amazonas y uno de los primeros lugares en comenzar el programa. “Antes de la gestión del arapaima… no teníamos derechos para cuidar estos lagos. Los pescadores comerciales realizaban pesca depredadora, donde solían capturar todo lo que podían”, explica. "Nuestros lagos estaban gravemente agotados y sobreexplotados y el arapaima era prácticamente inexistente".

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Después de 11 años de gestión, dice que hay más de 4.000 arapaima en los lagos de la comunidad.

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La investigación de Campos-Silva en los lagos alrededor del río Juruá durante el mismo período encontró que la población de arapaima se cuadruplicó. A medida que la población creció, los arapaima han migrado a nuevos lagos, ampliando su área de distribución. Estima que en la actualidad hay aproximadamente 330.000 arapaima viviendo en 1.358 lagos en 35 áreas gestionadas, con más de 400 comunidades involucradas en su gestión.

Los ingresos de la pesca comunitaria están “generando beneficios sociales claros”, dice, financiando escuelas y mejoras de infraestructura, seguridad social y atención médica, además de impulsar la igualdad de género.

Raimunda Pires de Araújo, hija de Seu Preto, dice que antes del programa de gestión no tenía ingresos. Ahora es responsable de procesar y limpiar el pescado y gana dinero. "Este tipo de oportunidad aumenta nuestra autonomía para luchar por una vida mejor", afirma.

“Nuestro trabajo ha sido reconocido a nivel nacional e internacional, aumentando nuestro orgullo y respeto por parte de otras comunidades y organizaciones”, dice su padre. "Ahora tenemos la oportunidad de ayudar a otras comunidades a empoderarse".

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¿Su mensaje a los pescadores ilegales? "Organizarse." Seu Preto dice que deberían unirse a un programa de pesca legal y comenzar una captura sostenible. “El mayor orgullo que puedes tener es (pescar) y nadie tiene derecho a arrebatarlo”.

Campos-Silva espera que el circuito de retroalimentación positiva creado por el programa anime a más comunidades a involucrarse y, en última instancia, ayude a preservar más vida silvestre del Amazonas.

"Nos enfrentamos a una disminución global de los grandes vertebrados", afirma. "Aquí tenemos un caso muy positivo que muestra claramente que podemos lograrlo juntos, a través de diversas necesidades sociales y de conservación".

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